viernes, 4 de enero de 2013

La señora de la limpieza


- Notaba el sabor del acero en la boca. Era un sabor metálico que casi me recorría el cuerpo; o tal vez lo que me recorría el cuerpo eran solo los nervios, o el sudor empapándome todo el cuerpo. O tal vez lo de las piernas era orina bajándome discretamente oculta bajo el pantalón. 

Lo único que se seguro es que aquel tipo se cansó de verme tiritar, apretó el gatillo y sentí la bala destrozándome el paladar, atravesándome el cerebro y saliendo por la parte trasera de mi cabeza, manchando la alfombra, la pared y el techo de sangre. Verás. Pobre del que tenga que limpiarlo.

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