miércoles, 27 de noviembre de 2013

Persianas


Las persianas suben, a veces, más no siempre. En ocasiones bajan. Nunca ellas solas, claro, no funcionan así. En ocasiones hay que ayudarlas a subir y bajar. Hacia arriba y hacia abajo. De pequeño me tumbaba en el suelo a mirar la lámpara del techo. Era una lámpara normal, una simple bombilla colgada de unos cables. En realidad, creo, no era una lámpara, solo un foco de luz, no hacía falta más, sobraban los embellecedores si en la práctica íbamos a lograr lo mismo. Y en el suelo, mirando al vacío del blanco techo, soñaba con persianas horizontales, que no solo se desplegaran hacia abajo, si no hacia delante o atrás, sirviendo en esa forma como toldos o paraguas para porches. Sería necesario, como en los trenes, un cambio de vías. Una especie de agujas que torcieran las vías de la persiana hacia delante.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Falsos matrimonios

Mis padres nunca se casaron; con eso quiero decir que nunca se molestaron en hacer oficial su relación ante ninguna iglesia. [...] Ellos consideraban que estaban casados y que no había ninguna necesidad de anunciárselo a ningún gobierno ni a Dios. [...] La verdad es que parecían más satisfechos y fieles que muchas parejas oficialmente casadas que he conocido desde entonces.
El nombre del viento, PATRICK ROTHFUSS 

jueves, 31 de octubre de 2013

Asumiendo realidades

Que los caminos estuvieran mal no era ninguna novedad; eso lo daban por hecho, como daban por hecho que en invierno hiciera frío. La gente se quejaba, tomaba sus precauciones y seguía ocupándose de vivir su vida.
El nombre del viento, PATRICK ROTHFUSS

miércoles, 16 de octubre de 2013

El lado divertido

Mientras caminaba de vuelta a casa a buen paso, intenté buscarle el lado divertido a la situación. No fue fácil, y todavía no estoy seguro de haberlo hecho bien,  pero es algo que me gusta hacer cuando las cosas no van bien.
Por que, ¿qué significa decir que las cosas no van bien? ¿Comparado con qué? Puedes decir: comparado con cómo iban las cosas hace un par de horas, o un par de años atrás. Pero ésa no es la cuestión. Si dos coches se lanzan a toda pastilla y sin frenos contra una parece de ladrillos y uno de ellos se empotra contra la pared unos segundos antes que el otro, no puedes dedicar esos segundos a decir que el segundo coche ha salido mejor librado que el primero.
La muerte y el desastre nos acosan cada segundo de nuestras vidas, dispuestos a pillarnos. La mayoría de las veces no lo consiguen. Miles de kilómetros de autopista sin un reventón de una ruda delantera. Centenares de virus que pasan por nuestros cuerpos sin matarnos. Montones de pianos que caen un minuto después de haber pasado, o aunque sea un mes, no significa nada.
Así que, si no tenemos intención ponernos de rodillas y dar gracias cada vez que nos libramos de un desastre, no tiene sentido lamentarse cuando nos pilla. A nosotros, o a cualquiera. Porque no lo comparamos con nada.
En cualquier caso, todos estamos muertos, o no hemos nacido, y todo esto no es más que un sueño.
Vale, ya está. Ése es el lado divertido.
Una noche de perros, HUGH LAURIE 

sábado, 12 de octubre de 2013

No limits

We used to think (the brain) had a limited capacity, like a milk bottle, and that it was impossible to pour two pints of milk into a pint bottle. Now we understand that our brains are capable of making an infinite number of connections; there is no limit to what we can take in.
Professor Tony Cline of Luton University’s Centre for Education Studies

lunes, 7 de octubre de 2013

Las puertas del sufrimiento

Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.
- La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege de dolor: pasando por la primera puerta.
- La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que "el tiempo todo lo cura" es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
- La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
- La última puerta es la de la muerte, El último recurso, Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.
 El nombre del viento, PATRICK ROTHFUSS

martes, 1 de octubre de 2013

Paca la vaca.

Se hallaba mi madre, una de aquellas mañanas de otoño que tanto me gusta recordar hoy, al encontrarse tan lejanas en el regodeo de mi nostalgia, ordeñando a Francy, nuestra vaca parda, y no parecía querer parar. Estaba como automatizada. El cubo estaba lleno de leche. Rebosante. La leche llevaba ya un rato derramándose sobre el suelo. Francy parecía haber notado aquello y miraba a mi madre con ojos de preocupación, pero le sabía mal apartarse, como si eso le hubiera hecho notar a mi madre que estaba cometiendo un error, y no quisiera que se sintiera mal por fallar, después de tantas mañanas repitiendo la misma actividad sin un solo titubeo, sin una mancha en todo su historial de blanca leche extraída mediante el manoseo de tetas ajenas. Pero aquello no podía seguir. Francy se percató de que yo estaba observando la escena desde la ventana de la cocina y me suplicó con la mirada que hiciera algo. Yo me quedé paralizado, no sabía que hacer. Mantuve la mirada el mayor tiempo que pude con los terribles ojos suplicantes de nuestra vaca y al final, por no poder aguantar más tiempo, no tuve más remedio que apartar la mirada y salir de la cocina. Me acerqué al granero, en la puerta de la cual se encontraba mi madre, ordeñando a Francy en su incesante manoseo lechoso, rodeada de un charco blanquinoso.

- Mamá. - dije con un hilo de voz.
- Mhh... - dejó escapar mi madre como toda respuesta sin dejar de ordeñar, ni mirarme siquiera.
- ¿Quieres que te traiga otro cubo? - le pregunté descaradamente, no quería hacerle daño, pero tenía que parar o acabaría matando a la vaca. O la vaca la mataría a ella.
- Mhhmhh... - entendí que no.

No sabía que hacer.

- Pero mamá, estás derramando leche sobre el suelo, deberías parar o coger otro cubo. Además, Francy parece estar cansada.
- No me digas como tengo que hacer mi trabajo. Además, esta no es Francy, es Adelaida.

Me quedé tonto. No podía ser Adelaida. No teníamos más vacas y yo estaba seguro de que esta se llamaba Francy. Me acerqué a la cabeza de la vaca, que no dejaba de mirarnos. Efectivamente en la chapita que llevaba del cuello se leía: "Francy". Aquella era Francy, y mi madre estaba muy afectada por algo. Qué diablos, mi madre se había vuelto loca. Tenía que hacer algo. Fuí a casa, cojí un almohadón, regresé y golpeé a mi madre con todas mis fuerzas en plena cara. Cayó redonda al suelo y Francy aprovechó que la habían soltado para marcharse. Mi madre me miró y de pronto se derritió, quedando mezclada con la leche que había derramada por el suelo.
Cogí el cubo lleno de leche y me dirigí a casa. En la puerta, que yo recordaba haber dejado abierta (ya no lo estaba), había una nota:
"Hijo, si estás leyendo esto, probablemente estoy muerta. Ten cuidado con Adelaida. Es una buena vaca, pero no sabe lo que hace."
Dejé el cubo en la mesa del porche y entré en casa. Estaba especialmente oscuro para ser mediodía. Y olía a tabaco. Debía haber alguien en casa. Me puse en alerta y caminé despacio hacia el salón por el pasillo de la derecha. Empujé la puerta que chirrió lentamente hasta dejarme ver a Francy sentada en un sillón. Llevaba un fedora negro entre los cuernos y un traje negro muy elegante. Estaba fumándose uno de los habanos de mi abuelo.

- Te estaba esperando, manzanita mía.
- ¿Francy?
- No, no, no ¡NO! ¡No soy Francy! ¡Maldita sea! Ese ridículo nombre una y otra vez. Me atormenta, me persigue por las noches, no deja de sonar en mi cabeza ¡Mi nombre es Adelaida!

Mi madre trató de advertirme. Y yo no supe escucharla, la maté con la almohada mientras ella solo trataba de protegerme... No sabía que hacer, me quedé atónito. Adelaida sacó lentamente un revolver. Lo seguí con la mirada todo el camino desde su bolsillo hasta una posición cómoda en la que estaba apuntándome. No reaccioné. No supe. No pude. No quise...

Y así fue como morí. O al menos de eso tratan de convencerme los doctores. Matasanos del averno.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Nada - Cap. 3

Capítulo 2: http://esperosentado.blogspot.com.es/2013/09/nada-cap-2.html

Por un momento creí sentir que la realidad existía. La oruga de un tanque pisaba un hormiguero. El pequeño blindado se deslizaba sobre un terreno irregular de tierra dura y piedras, escoltado por cuatro hombres a caballo. Una mujer tapada con un manto negro está acurrucada en el suelo, de rodillas, delante del vehículo armado. Llora ¿Por qué llora? Lleva tanto tiempo practicando esta acción asociada al dolor que ya ni lo recuerda. Cree que llora la muerte de sus tres hijos. Y probablemente esté en lo cierto. Si, parece un llanto emocional. En general la muerte suele causar esa reacción en las personas que les gustaba ese humano concreto cuando tenía por costumbre estar vivo. Es un poco egoísta eso de morirse. Tu estás muerto y ya te da igual, pero los que se quedan no saben a donde has ido y viven con la incertidumbre de si ahora eres un cadáver, como una mierda que se descompone, o si te esperan locas orgías con vírgenes en algún lugar. O si tu alma vaga por la tierra habitando casas oscuras y asustando a la gente con cosas que no entiendan, como la vida. Pero tal vez no llorara por eso... tal vez llorara por eso. Tal vez fuera que instintivamente la muerte de un hijo tiene que hacerte sentir mal de modo que cuando tengas un descendiente tu inconsciente sienta que tiene que mantener la existencia de la especie. Tal vez fuera un llanto social. Tal vez llora porque se le han quemado las lentejas.
Y de pronto no comprendo la muerte, no se siquiera si existe. Por un momento creí sentir que la realidad existía. Pero ya no puedo estar seguro.

Siento que estoy tumbado en lo que parece ser una bañera, mirando fijamente al techo. Un techo blanco radiante. Blanco como el blanco más blanco, como un coche blanco, como la nieve blanca y un folio blanco. Una especie de ultrablanco. No brilla, que no os engañen, el blanco no brilla, solo rebota fotones. Pero este blanco que no brilla es demasiado blanco... puede que no sea blanco... ya no lo se...

Es curioso como en estos días he tenido varios temas acudiendo a mi mente repetidamente, como un supermercado con los mejores descuentos en electrodomésticos y cerveza: aunque no lo necesites, vuelves.  He tenido que aceptar que lo que me está sucediendo es real para no enloquecer... más. Ya está aquí de nuevo ¿Qué es real? He tenido que definirlo y creérmelo: es todo aquello que no soy yo. Aunque yo soy real. Espero, vamos. Más bien lo real es lo que percibo tal y como viene. Al menos en lo que a mi supervivencia se refiere. Necesito creer que es real ¿Y qué no es real? ¿Esa nada que hay fuera es real? ¿Se puede definir el no ser? Algo que es la ausencia de existencia por no tener no puede tener ni propiedades ¿No es? ¿Entonces el no ser es real? No creo, si no es, no es real ¡Ajj! ¡Yo que se! ¡A la mierda!

Me pongo en pie, desplazo la mampara de la bañera y salgo fuera. Ahí estoy de nuevo. Frente al espejo. Observo mi baño como si fuera la primera y la última vez. Con curiosidad y con nostalgia. El retrete con la tapa bajada. Justo a la izquierda de la pila. Mi cepillo, los enjuagues, la espuma de afeitar. La pastilla verde de jabón de manos. Debajo, armarios y un par de cajones con más cosas, y encima, el espejo coronado por tres bombillas que iluminan la habitación. Creo que en parte el espejo ha contribuido a conservar mi cerebro e impedir que se fugara por una oreja. O por un ojo. Me ha ayudado a no sentirme tan solo. Está haciendo algo todo el rato sin gastar energía. Refleja de gratis... Las toallas, el taburete... y la minicadena ¡Oh! Hacía tiempo que no reparaba en la minicadena ¿Seguirá funcionando? Tiempo atrás dejé de plantearme porqué las luces seguían encendidas.
Habitan en mi mente algo que se me antoja llamar recuerdos acerca de un objeto llamado televisión. Es un objeto cuadrado que muestra unas imágenes cambiantes en la superficie de uno de sus lados y emite unos sonidos, al parecer, acordes con el estímulo visual que ofrecen. Funciona, en principio, mediante un proceso de desmodulación de ondas electromagnéticas... o algo así. Y resulta que cuando no funciona y se ve nevar en la pantalla, un 1 % de ese ruido blanco, son ondas de la radiación de fondo proveniente del supuesto origen del universo... una brutal explosión ¿Qué emitirá la radio si la enciendo? ¿Emitirá nada? Ya no existe el universo... vaya... qué cosas. Quizá nunca existió. Tal vez ahora emita el sonido de la nada. Me acerco dubitativo y pulso el botón de encendido. Nada. No se oye nada en absoluto. Qué decepción. Supongo, tampoco se muy bien que diablos esperaba. Chasqueo la lengua y no funciona. ¿No me funciona la lengua? ¿Qué? Grito "¡Ahh!" y no lo escucho. ¿Me he quedado sordo? Tal vez tanto tiempo sin hablar haya destruido mis cuerdas bocales. O quizá se hayan movido de sitio. ¿Eso sería coherente? Si la coherencia tuviera sentido... Ahora mismo es como si las leyes que regían el universo se escondieran demacradas en esta pequeña habitación, tratando de aparentar como que no ha pasado nada, pero algo raro les debe haber ocurrido, por que más parecieran dementes que las encargadas de proporcionar un sentido a la entropía infinita de la realidad. Golpeo la mampara de la bañera y la veo moverse pero no la oigo. No lo entiendo. Ahora he perdido la capacidad de relacionarme con los sonidos. Pues vaya. Esto se vuelve aburrido por momentos. Podría haberme dejado una nota como que iba a abandonarme, yo apreciaba bastante esa capacidad. Qué mal educada. ¡Pécora! Apago la radio y respiro hondo. Vaya. Me he oído respirar. Joder. Esto es demasiado. Abro la puerta y salto fuera del baño, gritando.
Nada. No noto nada. Esto es extraño. No me noto flotar. Por primera vez en mi vida no se donde está arriba y donde está abajo ¿Floto? ¿Podría acaso caer a algún sitio? No se si me muevo o no. Oigo el silencio más absoluto y no veo nada. No puedo saber si mi cuerpo sigue aquí. Me llevo la mano a la cara. Noto un dedo en mi ojo. Uff, sigo teniendo cuerpo... Muevo deprisa la mano y no noto aire. ¿No hay aire? Y yo aquí respirando... no, no respiro. Quiero decir, hago como que respiro pero no pasa nada... ¿¡Eh!? Y de pronto terror. No puedo desplazarme. No hay a donde ir. Estoy en un lugar en el que no existe el espacio. ¿Como puedo caber en un lugar que no tiene extensión? ¿Y el tiempo? Aquí la materia no existe ¿Qué hago aquí? No hay materia que cambie, el tiempo aquí no tiene sentido, sin cambio no hay paso del tiempo. ¿No va a pasar el tiempo? Y el curso de mis pensamientos... ¿como diantres está evolucionando? Aquí pasa algo raro. Creo. De nuevo siento que no existo. ¿Soy inmortal en esta cárcel eterna carente de duración? No puedo ir a ningún sitio por que no estoy en ningún sitio. Joder. Esto es terrible. No puedo existir aquí. Es imposible. ¿Por qué? Mierda. Vuelvo a ser una paradoja. Espero no implosionar de nuevo. Y las mujeres solían parecerme complejas. Pues vaya. ¡Oh! La oscuridad sigue aquí pero de pronto estoy mojado, sumergido en un montón de agua. Noto presión por debajo, estoy sentado en algún sitio lleno de agua. ¿Estaré de nuevo en la bañera? Palpo a mi alrededor y noto algo ¿El qué? Sigo a tientas y tengo también algo encima. Estoy acurrucado en un cubo cerrado ¿Perdón? Espero que no entre más agua. Joder, sigo sin entender mi instinto de supervivencia. Debería estar muerto varias veces y aquí sigo. Pero no, mi subconsciente sigue empeñado en no morir. Maldita sea, que engorro. Empujo las paredes y no sucede nada. Sin embargo observo que la pieza que me cierra por arriba (si, han regresado las referencias gravitatorias) se mueve ligeramente. Consigo levantarla un poco pero algo la retiene, no obstante se aparece ante mi una rendija de luz. Consigo incorporarme un poco y mirar por allí. No. No puede ser. Imposible. No. No. Cierro la tapa de nuevo y me quedo allí sentado. Acurrucado como un loco, agarrándome las piernas flexionadas, tratando de asimilar lo que estaba sucediendo. No, maldita sea, no ¿Estoy en la cisterna del wáter? Físicamente imposible. No quepo, joder, no quepo. Pero al parecer aquí estoy. Pues vaya un sitio para estar, no hay nada que hacer dentro de la cisterna de un wáter ¿Qué vas a hacer? No puedes jugar a cartas. Está muy húmedo. Decido volver a asomarme. Vuelvo a levantar la tapa y me asomo por la ranura. Joder. Esto es una fiesta. Cierro de nuevo. Acabo de entrar en el baño. Un yo soñoliento acaba de entrar en el baño por la puerta ¿La puerta? Esto es el día que me quedé atrapado en el baño. Ya claro, ahora viajo en el tiempo. ¿Ya no hay nada más allá de aquella puerta o sigue estando allí mi casa, al otro lado de esa plancha de madera con pomo? Intrigado me asomo y me veo mear. Menuda perspectiva rara para verse a uno mismo orinar. Nunca me había visto desde este punto de vista. Desde aquí no parece que tenga tanta tripa. Qué asco de cara tengo recién levantado, por Dios. La puerta está cerrada ¿Por qué cerraría la puerta para mear en mitad de la noche? Quiero decir, vivo solo, ¿por qué iba a cerrar la puerta del baño en cualquier momento? Y ahí estoy. Escurriendo las últimas gotas. Mi doble soñoliento se da la vuelta y se dispone a salir del baño. Abre la puerta y... ¡Ahí está! ¡Mi pasillo! No. ¿Por qué cierras? Mi doble ha cerrado la puerta asustado. El pasillo estaba ahí, estoy seguro. Lo he visto. El imbécil este debe de estar tan dormido que no sabe ni lo que ve. Parece que voy a volver a abrir. Si, lo recuerdo. Y... no, ya no está. Mi pasillo ha desaparecido. La nada que me ha acompañado todo este tiempo vuelve a ser lo único que hay al otro lado de la puerta. Vuelve a ser... acaba de... bueno, eso. Parezco cansado para tanta tontería. Ahí estoy, caminando hacia la bañera para seguir durmiendo. Joder. Así que la primera vez que abrí la puerta si había algo pero no lo vi... maldita sea. Cierro la tapa y me vuelvo a recostar contra el lado de la cisterna, más atareado en darle vueltas a porqué había desaparecido el universo que en acordarme que estaba dentro de la cisterna del wáter. El cuello de mi bata se engancha con parte del mecanismo que se aloja allí dentro y de pronto oigo el sonido de tirar de la cadena. El nivel del agua comienza a bajar y siento que algo tira de mi hacia abajo ¡No! El agua me arrastra hacia abajo. Llego a percibir por un momento la luz de mi baño antes de perderme cañería abajo. Ale, ahora estoy en un parque acuático. Genial.

Capítulo 4: http://esperosentado.blogspot.com.es/2014/09/nada-cap-4.html

domingo, 8 de septiembre de 2013

Nada - Cap. 2

Capítulo 1: http://esperosentado.blogspot.com.es/2013/05/nada-cap1.html

Es algo raro y complejo eso del tiempo. Llevo aquí un par de semanas (creo) y aún no tengo hambre. Y aunque la hubiera tenido. Lo único que tengo por aquí para llevarme a la boca es una esponja vieja, sucia y peluda. Y aquí estoy, sentado dentro de la bañera esperando a que la barba me llegue a las rodillas para decidir si me corto las venas o me desnuco contra el grifo de la ducha. Estas dos semanas han sido agotadoras y desesperantes, sin nada que hacer más que sentarme a ver pasar el tiempo. Es algo raro y complejo eso del tiempo.

Dos semanas de silencio absoluto, pérdidas de conciencia esporádicas y miedo a sonidos imaginarios que me sacan del ensimismamiento que me atrapa para llevarme a un frenético e histérico estado de terror. Me he encerrado en mi propia mente para no enloquecer por las cuatro paredes que me separan de la nada infinita, que me amenaza y me amedrenta desde un exterior que dudo que exista.
No tengo ganas. No tengo ganas de comer, ni de beber. No tengo ganas de sexo ni de abrazar a nadie. No tengo ganas de dormir. Ya no duermo. A veces me desmayo pero ya no duermo. No tengo ganas de quedarme aquí, pero tampoco tengo ganas de irme. Se me ha anulado la capacidad de tener apetitos y ganas de cosas. Lo que parece que tengo es ganas de seguir, quiero decir, con vida, por que morirse sería hacer algo. Y no tengo ganas. De nada. Ni de morirme.

Hay ratos en los que olvido por completo quien soy. Y me alarmo mucho. No recuerdo mi vida anterior a este baño que me envuelve ¿Qué hacía yo antes con mi tiempo? ¿He estado alguna vez fuera de aquí? Si no hay nada más allá, no puede ser... Es posible que mi existencia se generara aleatoriamente junto a la del baño en un lugar que se encuentra en ninguna parte y que al mismo tiempo que yo mismo se crearan los recuerdos que me hicieron creer que estaba, realmente, allí, es decir, aquí, y que antes había estado en alguna otra parte. Por que aquí sigo. Creo. En ocasiones incluso me meto tanto en mi cabeza que olvido el baño; y otras me meto tanto en el baño que me olvido de mi mismo. Tal vez seamos solo uno. El baño y yo. Soy uno con el baño. O el baño no existe. Está todo en mi cabeza. La cual tampoco existe. También es posible que yo no exista, y que sea el rollo de papel higiénico que se imagina cosas raras. Hombres dementes y peludos atrapados en el interior del retrete que él habita.

Lo bueno de no sentir ganas de nada es que no puedo aburrirme, por que no tengo ganas de que el tiempo pase más rápido ni más lento. Ni bien ni mal, no tengo sensación de tiempo por que no hay nada que me indique que hora es. Hace mucho que dejó de entrar luz por la ventana y la iluminación es siempre la misma. Amarillenta y eléctrica, coronando el espejo. Mhh ¿Cómo se que el espejo no deja de reflejar cosas cuando no lo miro? ¡Ajá!

Me incorporo, salgo de la bañera y me miro en el espejo. Vale. Esto es raro. El pelo de mi cabeza ha decrecido y me ha crecido por la cara. Es definitivo. Mi capacidad de sorprenderme debe estar de viaje por el caribe. Si es que acaso el caribe es un lugar real. Saco la maquinilla de afeitar y me rapo por completo. Cabeza, cara, pecho, espalda, piernas y brazos. Un bello collarín de pelo es lo único que permito quedarse en mi cuerpo. Parezco un maldito caniche. ¡Espaguetis! ¿Qué? Por Dios, tengo un hambre loca. Oigo un sonido extraño, parece como un restaurante. Oigo voces difusas y el choque de cubiertos contra los platos. Oigo gente masticar. Escucho lo que mi mente asocia con humanos sorbiendo de sus copas. Vale, eso me sorprende. Quiero saber de donde viene el sonido ¡Joder, que hambre tengo! Mi sorpresa me ha traído el precioso souvenir de estar muriéndome de hambre. Que maja la jodía. No sabía que vendían esas cosas por el caribe. Tenía entendido que aquello eran todo playas y zumos de frutas tropicales con vodka. Y palmeras, muchas palmeras. Abro la puerta. Nada, para variar. Miro dentro del armario y debajo de la ropa sucia. No encuentro el comedor extraño del que viene todo ese ruido ¡Augh! Caigo al suelo, me llevo las manos al estómago que me araña desde dentro suplicándome a golpes que le dé algo de comer. No se que hacer, ya no se dónde buscar. El sonido viene de todas partes y de ningún lugar en concreto ¿De pronto un restaurante en formato de audio? La ventana... Me incorporo con un creciente y terrible dolor que me mata con cada aliento que oso respirar. Me acerco agachado hasta la ventana y la abro. Algo extraño (digo, más que de normal) sucede al abrir la ventana. Como si todos los estados de la puertecita del tragaluz desde que esta cerrada hasta que está abierta coexistieran al mismo tiempo. Es decir, la ventana está cerrada, abierta, entreabierta, entrecerrada... todo al mismo tiempo. Ahora desaparecen uno a uno, como desplazándose hacia el estado de ventana abierta y queda abierta. Joder, la ventana va a cámara lenta, con un puto retraso. O mi cerebro se lo ha tomado con calma para procesar cada fotograma de realidad. Mierda. Hay un maldito restaurante italiano al otro lado de la ventana. Con sus estantes, sus banderas italianas y los manteles a cuadros blanqui-rojos. El sonido cesa. Veo a cinco hombres ataviados con túnicas blancas y largas barbas grises. Están sentados en la única mesa de la sala y se miran como enfadados y sin hablar. No se si saludar ¿Es de mala educación mirar a la gente comer desde el baño? Igual se asustan. Tal vez no puedan oírme. Por miedo a no existir prefiero callarme y observarles a ver como evolucionan las cosas. Parecen muy molestos por algo, como enfrentados. Cada uno tiene delante un plato de espaguetis, pero no comen ¿Por qué no comen? ¡Qué hambre! Sin previo aviso, uno de ellos se pone en pie, empuñando un tenedor en la mano derecha y gritando atraviesa el ojo de su vecino izquierdo que cae al suelo gritando dolorosamente. Mientras se desangra en lo que parece un sufrimiento terrible sus compañeros de mesa, en un gesto de aprobación comienzan a comer de sus respectivos platos. Esto es demasiado incluso para mi. Cierro la ventana asustado. Mierda ¿Por que he cerrado? Mi primer contacto en semanas con algo que no es el baño y podría desaparecer. Vuelvo a abrir. Nada. Joder. Ya estamos otra vez. Se me olvida el hambre y todo lo demás. Vuelvo a estar como antes. En el límite del universo. A un lado el baño, y alrededor, nada. Como si el universo se hubiera simplificado en un pequeño retrete.

Uff. Estoy cansado, hoy he tenido mucha actividad. He salido de la bañera y he abierto la ventana. He alucinado un rato y he visto cometer un asesinato muy posiblemente imaginario. Creo que me desmayaré un rato en el suelo y mañana será otro día. O lo sería si los días existieran. Caigo al suelo inconsciente ¿Habré hecho ruido al caer? Nunca lo sabré.

Capítulo 3: http://esperosentado.blogspot.com.es/2013/09/nada-cap-3.html

domingo, 30 de junio de 2013

La realidad es el tablero

Leo se levantó y me saludó.
- Ya empieza a anochecer - dijo -, y pronto comenzará a llover. No sé gran cosa de las hazañas que llevó a cabo David, e ignoro si realmente fueron tan grandes como aseguran. Y, con toda sinceridad, tampoco conozco mucho sus salmos. No quisiera decir nada en contra de ellos. pero de que la vida sea algo más que juego, de esto no me convencerá ni el mismo David. La vida es bella y feliz precisamente cuando es esto: juego. Naturalmente, que podemos hacer de la vida todo lo imaginable; podemos convertirla en un deber, en una guerra o en una cárcel, pero no por ello se hace más hermosa. ¡Hasta la vista; he tenido un gran placer...!
Viaje al oriente, HERMAN HESSE. 

martes, 25 de junio de 2013

Contando estrellas

El principito no estaba satisfecho. 
- Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponerlo alrededor de mi cuello y llevármelo. Yo, si poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. ¡Pero tú no puedes cortar las estrellas! 
- No, pero puedo depositarlas en el banco. 
- ¿Qué quiere decir eso? 
- Quiere decir que escribo en un papelito la cantidad de mis estrellas. Y después cierro el papelito, bajo llave, en un cajón. 
- ¿Es todo? 
- Es suficiente. 
Es divertido, pensó el principito. Es bastante poético. Pero no es muy serio.
El principito, Antoine de Saint-Exupéry

jueves, 20 de junio de 2013

Educando las almas


¡Oh, no! A un profesor se le esponja el alma de alegría y orgullo cuando ve cómo el talento de un niño, estimulado sin éxito durante largo tiempo se abre camino; cómo un muchacho deja la espada de madera, el tirador, el arco y los demás juguetes infantiles; cómo empieza a adelantar; cómo la seriedad del trabajo convierte al golfillo salvaje en un muchacho refinado, serio y casi ascético; cómo su rostro se hace más adulto y espiritual, su mirada más profunda y segura,  su mano más blanca y más tranquila. Su deber y la misión encomendada a él por el Estado son domar y exterminar en el joven los toscos apetitos y las fuerzas de la naturaleza, y plantar en su lugar ideales comedidos, tranquilos y reconocidos por el Estado. ¡Más de uno, que ahora es un satisfecho ciudadano y eficiente empleado, se hubiera convertido, sin los desvelos del colegio, en un innovador impetuoso y desenfrenado o en un soñador meditabundo y estéril! Había algo en él, algo salvaje, sin reglas, inculto, que había que apagar y extinguir. El hombre, tal como le crea la naturaleza, es algo desconcertante, opaco y peligroso. Es un torrente que se despeña desde un monte desconocido y una selva sin camino ni ley. Y así como una selva tiene que ser aclarada, limpiada y reducida por la fuerza, el colegio tiene que romper, vencer y reducir por la fuerza al hombre natural; su misión es convertirle, según los principios que acepta la autoridad, en un miembro útil de la sociedad, y despertar en él las cualidades cuyo desarrollo total vendrá a coronar y terminar la cuidadosa disciplina del cuartel.
Bajo las ruedas, Herman Hesse 

sábado, 15 de junio de 2013

Gentuza

- Abrid hijitas - dijo el lobo -. Vuestra madre os trae algo a cada una.
Pero el lobo había puesto una negra pata en la ventana, y al verla las cabritas, exclamaron:
- No, no te abriremos; nuestra madre no tiene las patas negras como tú. ¡Eres el lobo!
Corrió entonces el muy bribón a un tahonero y le dijo:
- Mira, me he lastimado un pie; úntamelo con un poco de pasta.
Untada que tuvo ya la pata, fue al encuentro del molinero:
- Échame harina blanca en el pie - díjole. El molinero, comprendiendo que el lobo tramaba alguna tropelía, negóse al principio; pero la fiera lo amenazó: - Si no lo haces, te devoro - : El hombre, asustado, le blanqueó la pata. Sí, así es la gente.
HERMANOS GRIMM, El lobo y las siete cabritas

lunes, 10 de junio de 2013

Esperando...


Así, permanecía sentado pacientemente en su pupitre, pero sufría de envidia y de nostalgia cuando veía a los otros disfrutar de la amistad. Karl Hamel no era lo que él necesitaba; pero si hubiera venido otro cualquiera y hubiera intentado atraerle con fuerza, él le hubiera seguido con gusto. Como una muchacha tímida, esperaba sentado a que viniera a cogerle alguien, uno más fuerte y más valiente que le arrastrara y le obligara a ser feliz.
Bajo las ruedas, Herman Hesse

domingo, 2 de junio de 2013

Un murciélago comiendo kiwi

Como si te colgaras por los pies de una cornisa maravillada por el templado café que se derrama sobre su sien un martes por la tarde. De esos días en los que tus lágrimas sueñan con apoderarse de la cima de tus ojos y recorrer lentamente tus mejillas suaves, para despedirse de ti en tu barbilla y emprender un viaje que las llevará a estrellarse en el regazo de un gato que solo quiere que le achuchen el pelaje y le soplen en los bigotes manchados de la sangre de un ratón cualquiera que pasaba por allí.

viernes, 31 de mayo de 2013

Pequeña dosis de valores gratuita

Persevera. Organiza. Valora el tiempo. Comprométete. Prioriza. Sé consistente. Archiva. Persiste. Dedícate. Mejora. Planea tu trabajo. Trabaja tu plan. Realiza. Da seguimiento. Llega antes. Enfócate. Delega. Planifica. Pide ayuda. Orden. Apunta todo. Comunícate. Hazlo. Llega temprano. Ahorra energía. Come menos carne. Usa papel reciclado. Compra música online. Reutiliza las bolsas de plástico. Compra un termostato programable. Paga tus facturas en línea. No quemes las cosas (un duende me dijo que lo hiciera). Reduce los residuos. Arregla las fugas. Usa menos. Usa servilletas de tela (pero menos). Usa ambos lados del papel (pero menos). Viaja con poco equipaje. Riega las plantas. Abona las plantas. Usa inodoros de bajo flujo. Utiliza focos ahorradores (con cuenta en ING). Apaga los aparatos. No hagas ruido. No pre-calientes el horno. Reutiliza el papel de regalo. Come más frutas y verduras. Pon la basura en su lugar. Recicla el plástico. Recicla el vidrio. Recicla el papel. Recicla las latas. Produce menos basura. Adopta una mascota. No fumes. Ahorra gasolina. Simplifica. Disciplínate. Haz ejercicio. Esfuérzate. Actúa. Aprende. Diseña. Investiga. Inventa. Fórmate. Experimenta. Lee. Innova. Proyecta. Desarrolla. Resuelve. Escribe. Haz propuestas. Piensa. Cambia. Utiliza tu ingenio. Inicia. Visualiza. Dibuja. Crea. Aplica. Desafía. Busca. Explora. Descubre. Conecta ideas. Decide. Imagina. Cree. Atrévete. Reinventa. Come sano. Utiliza luces de bajo consumo. Apaga los aparatos electrónicos. Llena el lavavajillas (con cajas de cartón). Utiliza productos orgánicos. Haz deporte. Aprende sobre bosques sostenibles. Utiliza transporte público. Aprende sobre LEED. No dejes la nevera abierta (que se estropean los yogures). ¡Apágalo! Recicla las pilas. Come equilibrado. Dona tu ropa (y sal desnudo a la calle). Usa menos agua (y lávate con gaseosa). Come productos de temporada. Compra productos locales. Haz más cosas online. Desenchufa (que viva la coherencia). Camina. Comparte el coche. Hincha las ruedas de tu coche. No te bañes (so guarro), dúchate (con gaseosa). Compra productos de segunda mano. Piensa en verde (como a través de un botellín de Heineken). Pasea en bicicleta (como quien pasea al perro). Bebe más agua (hasta que te salga por los ojos). Recicla los cartuchos de la impresora. No tires, dónalo (la basura para los pobres). Apaga las luces (y lee a oscuras). Usa baterías recargables (y luego tíralas). ¡Participa! Recicla tu teléfono móvil antiguo. Ahorra. Ama la naturaleza. Reutiliza. Planta un árbol. Recicla. Da (ellos lo merecen más que tú). Implementa. Confía (y te la clavarán por la espalda). Observa. Solidarízate. Contacta. Inspira (expira). Ayuda. Propón. Dona. Guía. Facilita. Aprecia. Comparte. Promueve. Valora. Sirve (eres un puto esclavo). Involúcrate. Apoya. Activa. Enseña. Tolera. Entiende. Incluye. Sensibilízate (llora por las esquinas). Comprende. Respeta. Trabaja (nadie lo va a hacer por ti).

Esto venía (a una por día) en la agenda que me regalaron en la universidad al principio del curso. Esta serie de valores de moda y políticamente correctos para su gozo y disfrute.

sábado, 25 de mayo de 2013

Blade Runner

I've seen things you people wouldn't believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I watched c-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate. All those moments will be lost in time, like tears in rain. Time to die.
Blade Runner - Frase final, replicante Roy Batty 

jueves, 23 de mayo de 2013

¿Qué hay para comer?

La mujer se desesperó.
"Y mientras tanto qué comemos", preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía.
- Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años - los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto - para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
- Mierda.
El coronel no tiene quien le escriba, GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

miércoles, 22 de mayo de 2013

Nada - Cap.1

Es una de esas noches en las que te levantas a mear a eso de las tres y media de la madrugada. No suena nada más que el silencio. Termino de mear, escurro las últimas gotitas y moviéndome entre la luz borrosa del baño me dispongo a volver al calor de mis sábanas. Abro la puerta y no hay nada al otro lado. Cierro la puerta por el sobresalto. Mi cerebro aún no se ha solidificado y me cuesta pensar. La aceleración súbita de mi ritmo cardíaco me despierta de pronto y cuando soy dueño de mi raciocinio de nuevo me doy cuenta que me he asustado de la simple oscuridad de la noche. Vuelvo a abrir la puerta e inmediatamente deseo no haberlo hecho. Doy un portazo. Nada. Mierda, no hay nada ahí fuera. Decido que eso no puede ser y me echo a dormir en la bañera.

Me despierta la luz que entra por la pequeña ventana que hay a mi derecha. No se exactamente por qué estoy en la bañera, no recuerdo haberme emborrachado ayer. Tal vez en eso consista todo. Salgo de la bañera sin un solo músculo que no grite de dolor y me tiro un buen puñado de agua fría a la cara. Me dispongo a salir del baño para acostarme un rato en la cama y permitir a mis cervicales retomar su forma habitual, pero aquella especie de pesadilla en forma de cuarto de baño parece tener otros planes para mí. Tiro de la puerta para abrirla y de nuevo, no hay nada. Cierro por miedo a quedarme sin aire. No se siquiera si eso es un pensamiento racional. Por Dios, no hay nada al otro lado de la puerta ¿Y la ventana? Entra luz por la ventana. No, parece entrar pero en realidad más bien es como si la luz proviniera de la propia ventana. Joder. Yo encerrado en el excusado y sin una sola muda limpia que ponerme, con el pijama y las alpargatas. Y además no tengo mi paraguas. Abro la ventana. Nada. Ningún sonido, nada para ver. No huele a nada en absoluto y por ahora no me atrevo a lamerlo o a tocarlo. Cierro la ventana. Un grito ¿Quién? Alguien ha dicho algo, ¿desde la bañera? Parece venir del desagüe. De nuevo ¿"Socorro"? ¿Alguien pide socorro? Me acerco a la bañera. Nada en absoluto. Tal vez siga dormido. Me golpeo fuerte en la cara. Dolor. Nada.

Me incorporo de un sobresalto aspirando con fuerza, como cuando asciendes desde 4 metros de profundidad y acabas de alcanzar la superfice del agua. Está oscuro a mi alrededor, y creo que estoy en el suelo ¿Dónde? Tanteo en derredor. Toco y palpo algo que se parece bastante a un urinario. Sigo en el baño. Me pongo en pie y a tientas busco el interruptor de la luz. La enciendo ¡Dios! ¿Ese soy yo? Apenas me reconozco en el espejo. Tengo barba de varios días, la mirada perdida, estoy más delgado de lo normal y unas ojeras inmensas. En serio, las ojeras son demasiado grandes. Se me salen de la cara ¿Cuánto tiempo ha pasado? No se siquiera si el tiempo sigue transcurriendo hacia delante. Tal vez ahora fluya en otra dirección ¿El tiempo fluye? Creo que estoy desvariando. Un grito ¿Estoy enloqueciendo? Alguien tira de la cadena. Me giro deprisa. Nadie. El agua da vueltas aceleradamente dentro del retrete y ahora se va hacia abajo para perderse por las tuberías. Oigo el agua alejándose por la intrincada red de cañerías que hay al otro lado de donde suelo sentarme a leer el periódico ¿Quién ha tirado de la cadena? Silencio ¿Hay alguna amenaza? La tensión crece. Casi se puede cortar con una cuchara ¿Peligro? Estoy nervioso perdido. Me empiezan a temblar las piernas ¿¡Que ha sido eso!? Me doy la vuelta. Imaginaciones mías. Sudor en mi frente y un escalofrío en el resto de mi cuerpo. Mi mirada escudriña frenéticamente la habitación, no se muy bien que busco pero no puedo parar. Un grito ¿Qué? De nuevo oigo el agua fluir. Parece que regresa. Se acerca. Ya está aquí. Una ingente cantidad de líquido transparente me acomete desde el retrete. Algo dentro del agua me golpea con fuerza y caigo al suelo. No veo nada. Hay demasiada agua. Se calma todo. El sonido de unas gotas caer con prisa. Abro los ojos. Hay alguien junto a mi ¿Alguien? Me froto los ojos y me aparto el agua de la cara. Soy yo. Estoy ahí, empapado, delante de mi. Me aseguro de no estar mirando al espejo. No. Soy yo. Estoy ahí. Pero soy calvo. Es calvo. No se. La persona que está frente a mi no tiene pelo. Estoy frente a mi mismo. Mierda, ¿Qué hago ahí? Creo que él acaba de tener la misma reacción. Nos asustamos al unísono y nos alejamos el uno del otro ¿Que diablos está pasando?

- Hola.

"Hola" dice, el desgraciado. "Hola". Como si fuera algo normal.

- ¿Por qué estás calvo? - le pregunto incisivamente.

Para que aprendas a decir cosas coherentes, maldito clon alopécico.

- ¿Estoy calvo? - Mira hacia arriba y se palpa la cabeza - Ni idea. - concluye volviendo a mirarme.
- ¿De dónde sales?
- Del váter. Me metí dentro y tiré de la cadena. Y aquí estoy.
- Eso es imposible.
- Dijo mi doble que por lo que se hasta ahora podría ser imaginario.
- ¿Estamos encerrados?
- Algo así. Pero si lo piensas, no habiendo nada más allá en realidad no es como si nos limitaran la libertad, por que no hay ningún otro sitio al que ir.
- Entiendo, ¿llevas mucho aquí?
- Tres meses, una semana y seis días, según mis cálculos y en base a mis ritmos circadianos, pero podría ser más. O menos. O no ser en absoluto.
- ¿Tres meses?
- ...una semana y seis días.
- ¿Y que has comido?
- No he tenido hambre. Parece que las cosas aquí son un poco extrañas.

Me quedo mirándole sin saber que decir. "Un poco extrañas"... No puede ser nada de todo esto. No me lo creo, seguro que alguien me ha hipnotizado y me tiene atado cabeza abajo en un almacén noruego o algo así.

- Bueno, está muy bien esta charla que estamos teniendo, pero no me puedo quedar.

Como si tuvieras a dónde ir.

- Ha sido un placer conocerte, conocerme... -te-me-se... ¡Encantado!

Me tiende la mano y se la estrecho reticente. De un salto se encarama a la pila y se mete dentro del espejo. Ya no está. Se ha ido. A través del espejo. Ya, claro. Como sea. Toco el espejo y es tan sólido como siempre. Lo que yo decía, estoy loco perdido ¿O no?

Decidido, no ve voy a quedar ahí sin hacer nada, camino hasta la puerta y la abro, tirando con energía del picaporte. Una fuerza inmensa empieza a tirar de mi hacia fuera. Sin tiempo a cerrar, me agarro desesperado a la toalla. Trepo por ella rezando por que no se suelte del cuelga toallas. La bañera empieza a moverse, atraída por esa fuerza descomunal. También el retrete y la pila, el espejo... todo, la habitación se empequeñece, las paredes se van hacia la puerta. El armarito, el taburete, mi cepillo de dientes y la cadena de música han salido por la puerta. De pronto no puedo más, la toalla se suelta y no encuentro nada a lo que engancharme. Salgo por la puerta a toda velocidad sin tocar el suelo y de milagro me agarro al marco de la puerta con los dedos; y las piernas inmersas por completo en esa nada infinita. Cierro los ojos y pongo todo mi empeño, mi fuerza, mis ganas, mi vida y esfuerzo en no soltarme. Me pillo los dedos con la pared opuesta a la puerta que ya ha llegado hasta mi, y en un grito de dolor me suelto abandonándome a ese inmenso y vasto vacío incomprensible. De pronto mi culo se posa sobre algo. Abro los ojos. Estoy en mi baño. La puerta está cerrada y yo sigo en mi baño. Como si nada hubiera pasado. Joder ¿Dónde diantres me he metido? Todo sigue en su sitio y el silencio vuelve al ambiente, tan solo roto por mi respiración acelerada y el movimiento de mis ojos desorbitados que tratan de comprender qué ha pasado.

Capítulo 2: http://esperosentado.blogspot.com.es/2013/09/nada-cap-2.html

martes, 14 de mayo de 2013

El llenador de sandías

Los marsupiales gozan de trepar a escarabajos dormidos con tupidas capas de esparto tejido situadas sobre sus cabezas a modo de salvamanteles para teteras en llamas. Y las cremalleras dejarán sus lavores en chaquetas, estuches y bolsos para ir a tajar asuntos en secuestros de bancos y conflictos armados. Y aunque los tanques no abandonen las calles de Guinea ni el resentimiento los corazones de los contendientes, la paz se hará visible, al menos en apariencia.

Los dorados lagrimones de un sauce se derraman colina abajo en un desesperado intento por comerse una fabada con chorizo, servida en una gran ensaladera y derramada en la tupida melena rubia de un canguro super saiyan con ortodoncia. Si no llevara sombrero habría jurado que eran más bien unas cuantas estacas verdes con más cara que espalda al consentir sin miramientos una atrocidad de tamañas dimensiones, que ni un limón con cáscara torcida se podría exprimir en las tripas de un conejo instantes antes del Apocalipsis.

Atronadores sentimientos los de una madre por su hija, dolida por la pérdida de su teléfono móvil y la cajita donde solía guardar las gafas. Más ya no tenía que preocuparse por su hija. Murió intoxicada por una fruta en mal estado. Casi parecía un atentado que hubiera llevado meses planearlo y que finalmente hubiera resultado de la manera más catastrófica que el destino fue capaz de urdir.

En ocasiones me pregunto por qué hago lo que hago, y suelo llegar a la conclusión de que simplemente me encanta mi trabajo. Cada vez que consigo vaciar una sandía y utilizarla como depósito de gasolina, siento mi alma completa y mi vida cobra sentido. Es lo que hago. Es lo que soy.

martes, 23 de abril de 2013

La muerte de la merienda

Y de nuevo la situación cobraba un cáliz al que empezaba a acostumbrarme. La temperatura de la habitación subía y se notaba cierta carga eléctrica invadiendo el aire. El pato que estaba atado al ventilador del techo abría los ojos y fijaba su mirada en los cordones de mis zapatos. Pero esta vez era diferente. Había decidido cambiar de estrategia: mocasines y sombrero de copa.

Lo había logrado, el pato estaba desconcertado y yo podía comerme mi magdalena.


Con la lengua rebuscando migas pegajosas de bizcocho entre mis dientes, un hilillo de chocolate líquido bajaba por mi barbilla, regateando los pelillos de mi barba de tres días y 16 horas, manchando tras de si y dejando la huella del recuerdo de un pasado del que la gravedad le hizo huir. De pronto, llega al límite, no puede seguir bajando pegada al mentón y se despide, entre lágrimas, de mi piel grasienta al ser derrotada la adherencia por la fuerza de la tierra; y gritando de dolor en caída libre, se precipita locamente hacia el suelo, contra el que se estrella. Su cuerpo reventado, sus tripas desperdigadas y por todas partes esparcidos sus restos destrozados e irreconocibles. Dos horas y media más tarde el forense que realizará la autopsia solicitará un cubo en el que depositar el sandwich de huevo que comiera antes de reconocer los restos de cadáver, pero en la forma mucho menos reconocible de vómito semi-digerido 

Me limpié la barbilla con la manga de la camisa y salí al jardín: el césped es un gran lugar para hacer la siesta en las tardes de Abril.

P.D.: Estoy hasta las narices del puto pato.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Parece que está lloviendo


En este punto vale la pena recordar las teorías a las que había llegado Ford en su primer encuentro con los seres humanos para explicar su extraña costumbre de afirmar y reafirmar de continuo lo claro y evidente, como "Hace buen día", "Es usted muy alto", o "Así que ya está, vamos a morir".Su primera teoría fue que si los seres humanos dejaban de hacer ejercicio con los labios, la boca se les quedaría agarrotada.Al cabo de unos meses de observación, se le ocurrió otra teoría, que era como sigue: Si los seres humanos no dejan de hacer ejercicio con los labios, su cerebro empieza a funcionar.En realidad, la segunda teoría resulta más literalmente cierta para la raza belcerebona de Kakrafún.Los belcerebones producían gran resentimiento e inseguridad entre las razas vecinas por ser una de las civilizaciones más ilustradas, realizadas y, sobre todo, tranquilas de la Galaxia.Como castigo por tal conducta, que se consideraba ofensiva, orgullosa y provocativa, un Tribunal Galáctico les infligió la más cruel de todas las enfermedades sociales: la telepatía. Por consiguiente, con el fin de no emitir el más mínimo pensamiento que les pase por la cabeza a cualquier transeúnte que ande a un radio de siete kilómetros y medio, tienen que hablar muy alto y de manera continua sobre el tiempo, sus penas y pequeñas dolencias, el partido de esta tarde y en lo ruidoso que se ha convertido de pronto Kakrafún.
DOUGLAS ADAMS, El restaurante del fin del mundo

jueves, 31 de enero de 2013

Apoyo mútuo

- Siempre haces lo mismo.
 - Ya me duelen las muelas de tanto hablar, podrías callarte un poco.
 - Mira que cómodo. Cuando no te interesa el tema pretendes que apacigüe mi labia como un cubo de agua fría sobre un saco lleno de gatos en llamas.
- No es eso, he tenido un día largo y estoy cansado. Hoy han venido trece macetas a quejarse del alto contenido nítrico de los sustratos que les vendimos y al menos dos ancianas han intentado devolver sus lagartos.

 Ella no supo que contestarme. Sabía que tenía un trabajo difícil pero no pensaba que fuera como para deprimirme de aquella manera.

 - Yo se lo que te animará.

 Se puso encima de mi y comenzó a besarme suavemente en el cuello. Poco a poco me fue acariciando el pecho y sus labios se deslizaron por mi abdomen. Sin previo aviso, sus dedos, traviesos, me desabrocharon el pantalón y ella levantó la mirada llena de lujuria para provocarme. Sabe que me encanta cuando hace eso. Nos miramos por un instante y la besé. Fue un beso largo y lleno de lengua. Volvimos a mirarnos en uno de esos instantes eternos de los que hablan las novelas románticas. De nuevo sus manos se escurrían por entre mis piernas y me quitó los recién desabrochados pantalones. Se los ató al cuello, se aproximó a la ventana, la abrió y salió volando.

sábado, 19 de enero de 2013

La nuit du Nesquik

Aqui traigo, de la mano del grupo TheBeeTeam, algo que os hará replantearos vuestra propia existencia. Por si creíais que lo habíais visto todo.

miércoles, 16 de enero de 2013

Tompadillas Darrubo 02

Mi bisabuelo

Habíamos puesto a secar bajo la sombra de un olmo las estanterías de la habitación de mi bisabuelo. Eran de una madera oscura, como impregnada de tiempo y polvo, había envejecido con la casa y ahora después de catorce manguerazos no parecía nada mejorada, aunque con una notable hidratación entre las virutas del contrachapado. Mi bisabuelo de joven siempre trató de impresionar a las damas muy a su manera. Más de una vez logró mandar por los aires un carrito de supermercado mediante diversas e ingeniosas ideas. Una de mis preferidas siempre fue la de montarse en él y tirarse montaña abajo por entre los pedregales más agrestes y los bosques más frondosos; y si bien por el impulso de la caída, los baches inevitables o la magia de algún hada maligna, el carro solía estrellarse contra algún árbol y mi bisabuelo tenía la mala costumbre de descalabrarse cada vez, o de romperse una pierna. Era todo un figura, apenas pasaban dos días y fingía no recordar nada del accidente, para salir de nuevo a la calle a repetir su hazaña. Una vez, me contó mi padre, que en su centésimo segundo cumpleaños le regalaron una bañera bien llena de agua, con ciento dos velas flotando en llamas, como los cadáveres de una catástrofe marítima y mi bisabuelo, sin el más mínimo ápice de decoro, ni en sus acciones ni en la expresión de su cara, se desnudó, viejo como estaba, y se metió en la bañera, lo cual causó que le ardieran los pelos de la cabeza y que sus tres hermanas, castas y puras, murieran de intoxicación por ingerir cera fundida en mal estado.
Otra de las cosas reseñables acerca de mi bisabuelo era su afición a los zapatos. Hacía zapatos con cualquier cosa. Yo nunca llegué a ver ninguno de sus originales diseños, pero los más viejos del pueblo hablan del tipo formidable de calzado que montaba mi bisabuelo. Hacía zapatos con pomos de puertas, con botes de conservas e incluso con terrones de azúcar. Hay quien afirma haberle visto caminar hacia el pozo con un cubo en cada pie y una señora en la cabeza. 

Pero si queréis oír hablar de gente peculiar, para extravagante mi primo Ernesto. Pero de él y de su costumbre de montar peleas clandestinas de ventiladores os hablaré otro día.

sábado, 12 de enero de 2013

Un sueño escatológico

El sueño me da ganas de dormir, así que me cortaré una mano e iré a visitar a mis tíos, que viven en una linda casita en el campo, rodeadas de vastas praderas, campos de cultivo y montañas rocosas. Podré descansar, dar paseos por la naturaleza y darme baños de aire limpio. Hay también un lago por la zona y ahora que empieza el buen tiempo podré darme refrescantes baños.

Esta tarde en el cine tenía un hambre tremenda, me he comido todas mis palomitas (un individual bote gigante). La película trataba de unos espectadores que iban al cine a ver un coche atropellando bolígrafos. He necesitado una lata de refresco para que el perro que vive en mi duoden no muriera por embotamiento cerebral.

Al salir me he dirigido a la tienda de ropa de mi amiga de la infancia. He comprado unos bonitos pendientes para poder perderlos en algún cajón, que los pueda encontrar mi novia y discutamos sobre la procedencia de los mismos. Así perderemos el aburrimiento de la rutina en la que se ha convertido nuestras vidas y podremos celebrar nuestra reconciliación con el magnífico sexo que solíamos tener antes de que comenzáramos a distanciarnos a causa de las máquinas hidráulicas, que nadie sabe lo que son, pero solo de oir hablar de ellas ya entran ganas de acudir rápidamente a algún lugar en que se pueda defecar.

lunes, 7 de enero de 2013

Una noche...

Hambre. Perruna. Hambruna. Corría el año 1932 y la vieja Londres estaba sumida en un absoluto caos y desenfreno. Desde que comenzara el debate que dividió al país en dos grandes bandos y la guerra defenestrase los antiguos edificios de la metropoli, Londres había cambiado por completo su apariencia. La gente enfrentada en las calles, lugares y vehículos volcados y ardiendo, caldeando el frío nocturno de numerosos ciudadanos que habitaban las calles en ausencia de sus antiguos hogares ahora reducidos a cenizas o escombros. En las ruinas de una casa perteneciente a una de las mejores familias de la city, en el número 79 de la calle Gorberg, en el lado sur de la ciudad, se escondían formando y organizando a un grupo de gente más activa en el bando de los lunes precediendo a los martes. Allí se encontraban Robert y Adeleide Weggins, dos hermanos de sangre noble, que supieron ver que era momento de limar asperezas y olvidar lo que antaño fueran las clases sociales que dividieron al pueblo sin más pretexto ni razón que el de hacerlo más débil.

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Una noche oscura, terriblemente húmeda, caminaba por asfalto, la humanidad ya había depositado su legado sobre aquel suelo arcilloso que se ocultaba bajo la oscura mancha alquitranada, sentía como movimiento detrás de mi, oía sombras que se movían entre los arbustos que rodeaban el camino, veía pisadas distantes como las estrellas en el firmamento. Un tanto asustado caminé raudo por aquel camino sin principio ni fin. Cuando de pronto, bañando el reflejo del suelo húmedo, me topé con el resplandor de una luz amarillenta, posiblemente de un farol. Me aproximé al que supuse el origen de aquella cantidad de fotones, para encontrarme de vuelta en el pueblo del que partiera primeramente dos noches atrás. Aliviado por reconocer un lugar que me era amistoso a la vista y amable al corazón, caminé sin rumbo por entre las calladas calles iluminadas silenciosamente por sus permanentes faroles metálicas, dando un soplo de vida a las muertas casitas adornadas con la noche. Todo era silencio, la localidad dormía. Las vías, apagadas, soñolientas, aguardaban impacientes al primer tren de la mañana. De pronto, no podía ser, reconocí en la distancia el sonoro graznido de una bocina de tren, oí el aullido silbante del vapor saliendo de la potente máquina de 50 CV. Asombrado me acerqué hasta el andén para observar como el tren llegaba a su estación, decorándolo todo de una espesa niebla blanquecina, y se detenía escandalosamente en el andén. Se abrieron las puertas y una ingente cantidad de parloteantes humanos se deslizaron por el andén. Unos pretendían colocar puestos de comida, artilugios y baratijas varias. Los otros, curiosos, sin cesar el zumbido de su charla estridente, revisaban rápido con la mirada casi perdida pero atenta a cada racimo de uva, figura de buda o sortija de oro blanco que reposara sobre los puestos de madera. Habían, tiempo atrás, olvidado realizar sus acciones independientemente a lo que necesitaran, pasando a generar ellos mismos la necesidad para poder darse el placer de satisfacerla, en un intento vano de llenar sus vacías e insulsas vidas de humanos corrientes. Y mientras tanto, en un escándalo de negociaciones, encuentros fortuitos con ensordecedores saludos y muestras de alegría y llamadas de atención a ladronzuelos sin decoro, la ciudad permanecía dormida, impasible, sin reacción alguna o amago de interés a lo que sucedía en las calles. La vida corría, con su verdad oculta a ojos de todos, pero que nadie se molestaba en mirar, preferían ignorarla y seguir calentitos, dormidos, negándose a escuchar ese secreto a voces. Y así, la noche se tiñó del velo del desconocimiento y la felicidad, que teñía la vida de todos ellos de un color fantástico que fingía presentarles a todos el dulce sabor de la fantasía suprema de la felicidad real, cosa que probablemente no conocerían nunca.

sábado, 5 de enero de 2013

Ambigüedad - Día 2


Cada vez que tenía una visita su perro se convertía en un bote de lápices. El problema era que olvidaba como comportarse y podía verlo subido a una estantería fingiendo ser un libro. Lo último que recordaba era estar cómodamente sentado en el sofá de casa y tropezar con un aguacate amarillo y alargado. Ahora estaba con la cara hundida en el barro y no sabía si levantarse, por si se moría. Finalmente decidió dejar de cortarse el pelo, porque ser calvo ya era bastante problema y tras el paso del tiempo ninguna camisa le valdría y por ello se peleará con su dibujante. Todo terminará fatal y a él le borrarán las piernas por lo que caerá sin parar durante días. Tanto que al final olvidará su miedo por lo que hay abajo y sin darse cuenta morirá devorado por un cacahuete. Dicho y hecho, cogió un libro y empezó a comerse los bordes.

No era algo que esperara hacer una lluviosa mañana como aquella, pero le dijeron que si se disfrazaba de gallina y se dedicaba a cruzar las carreteras atraería la atención, las dudas ylas preguntas de la gente. Nada mas lejos de la realidad, al final tubo que agarrarse a una avispa para no salir volando y terminó viviendo en la casa de enfrente. Dos días, tres meses y cuatro minutos después era vecino de si mismo. En el sótano destilaban tiempo, lo hacían clandestinamente, falsificado, y lo vendían en el mercado negro. Por ello contrataron a alguien que averiguara qué hora era. El problema radicaba en que a cada instante tenía que volver a intentarlo por que los macarrones se le escapaban entre los dedos de las manos.

Abrí los ojos. Todo aquello había sido demasiado extraño. Alguien hablaba en la lejanía mientras mi mirada trataba de enfocarse en algo. Sentía como la cabeza me estallaba de dolor y un cálido derramarse líquido me acariciaba la mejilla. Un señor hablaba ante mi persona jadeante, atada a una silla y babeando, medio idiota por los golpes que había recibido en la cabeza. Habría sido de mala educación interrumpir a aquel hombre mientras hablaba, así que esperé a que terminara de contarme los beneficios que iban a reportarle mi muerte, mientras los amigos del hablador caballero me manchaban los zapatos con cemento. Yo sin rechistar, y ellos, cuando ya por fin me llegaba el turno de hablar, me arrojaron al río.

viernes, 4 de enero de 2013

La señora de la limpieza


- Notaba el sabor del acero en la boca. Era un sabor metálico que casi me recorría el cuerpo; o tal vez lo que me recorría el cuerpo eran solo los nervios, o el sudor empapándome todo el cuerpo. O tal vez lo de las piernas era orina bajándome discretamente oculta bajo el pantalón. 

Lo único que se seguro es que aquel tipo se cansó de verme tiritar, apretó el gatillo y sentí la bala destrozándome el paladar, atravesándome el cerebro y saliendo por la parte trasera de mi cabeza, manchando la alfombra, la pared y el techo de sangre. Verás. Pobre del que tenga que limpiarlo.