jueves, 31 de enero de 2013

Apoyo mútuo

- Siempre haces lo mismo.
 - Ya me duelen las muelas de tanto hablar, podrías callarte un poco.
 - Mira que cómodo. Cuando no te interesa el tema pretendes que apacigüe mi labia como un cubo de agua fría sobre un saco lleno de gatos en llamas.
- No es eso, he tenido un día largo y estoy cansado. Hoy han venido trece macetas a quejarse del alto contenido nítrico de los sustratos que les vendimos y al menos dos ancianas han intentado devolver sus lagartos.

 Ella no supo que contestarme. Sabía que tenía un trabajo difícil pero no pensaba que fuera como para deprimirme de aquella manera.

 - Yo se lo que te animará.

 Se puso encima de mi y comenzó a besarme suavemente en el cuello. Poco a poco me fue acariciando el pecho y sus labios se deslizaron por mi abdomen. Sin previo aviso, sus dedos, traviesos, me desabrocharon el pantalón y ella levantó la mirada llena de lujuria para provocarme. Sabe que me encanta cuando hace eso. Nos miramos por un instante y la besé. Fue un beso largo y lleno de lengua. Volvimos a mirarnos en uno de esos instantes eternos de los que hablan las novelas románticas. De nuevo sus manos se escurrían por entre mis piernas y me quitó los recién desabrochados pantalones. Se los ató al cuello, se aproximó a la ventana, la abrió y salió volando.

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