lunes, 5 de mayo de 2014

Caminos del cortejo

Aquí tenemos a dos jóvenes encantadores. Estaban sentados y sus miradas se han encontrado. Él dice hola. Ella dice hola. Ella sonríe. Él, nervioso, se apoya ora en un pie, ora en el otro. Se percibe algo sutil en la atmósfera. A ella le encantan sus facciones. Le intriga la curva de sus labios. Se pregunta si podría ser él, si podría mostrarle las partes más secretas de su corazón. Él la mira, y por primera vez entiende el impulso que llevó a los primeros hombres a pintar. A esculpir. A cantar. Existe entre ellos algo endeble y delicado. Ambos pueden sentirlo. Es algo parecido a la electricidad estática. Débil como la escarcha.


En este momento tenemos tres caminos.
Primero: nuestros jóvenes enamorados pueden intentar expresar lo que sienten. Pueden intentar cantar eso que han oído cantar a sus corazones. Ese es el camino del loco honrado, y es un mal camino. Esa cosa que hay entre ellos es demasiado trémula para hablar de ella. Es una chispa tan débil que hasta el aliento más suave la apagaría. Aunque sean inteligentes y sepan expresarse, están condenados al fracaso. Porque si bien sus labios quizá hablen el mismo idioma, sus corazones no.


El segundo camino es más prudente. Hablan de cosas sin importancia. Del tiempo. De la última obra de teatro que han visto. Pasan un rato juntos. Se dan la mano. De ese modo, poco a poco aprenderán el significado secreto de las palabras del otro. Así, cuando llegue el momento podrán hablar añadiendo un significado sutil a sus palabras, para que haya entendimiento por ambas partes.

Y luego está el tercer camino. Él percibe que hay algo entre los dos. Algo maravilloso y delicado. Y cómo aspira a tener certeza en todo, decide forzar la situación. Toma la ruta más corta. Mejor cuanto más sencillo, piensa. Y se lanza sobre los pechos de la joven.
 El temor de un hombre sabio, PATRICK ROTHFUSS